martes, 8 de marzo de 2016

Like a Rolling Stone o un fanático con mucha suerte.


The Rolling Stones y Coro Giovanile Italiano interpretando la canción "You can't always get what you want"
en el Circo Massimo de Roma el 22 de Junio de 2014.

Colombia se prepara la visita histórica de los Rolling Stones y miles de colombianos asistirán a verlos. Entre ellos mi hermano mayor, a quién dedico este relato que escribí en Italia días después de haber cantado con ellos en el Circo Massimo de Roma cuando yo pertenecía al Coro Giovanile Italiano, siendo el único cantante extranjero en esa agrupación que representa a Italia al rededor de Europa.

Que Bogotá y Colombia se deleiten, cheers!



A Walther, 




Like a Rolling Stone!


Por Juan David Zuleta


Una nube de polvo se levantó frente a nuestros ojos. Una fila de limousines gigantescas y brillantes se alistaban a escupir parte a parte el origen de una especie; el origen del parque jurásico del rock. Las  grandes puertas de la limousine se abrieron y de ella salieron levitando una docena de rubias sexys de todas las edades – desde los 18 hasta los 70 – groupies históricas y bien conservadas, asistentes de vestuario, jefes de seguridad, qué se yo! Y detrás de ellas una imagen fresca: Keith Richards. Envuelto en pañoletas de todos los colores y una chaqueta naranja, comenzó a caminar pausadamente y nos lanzó una sonrisa. Solo en ese momento entendimos que el sueño era realidad, estabamos en el backstage de los Rolling Stones.


Soy el único extranjero en un grupo conformado por jóvenes cantantes provenientes de toda Italia; el Coro Giovanile Italiano. Cuando ingresé al coro hace más de un año núnca pude imaginar muchas cosas que me pasarían. Conciertos a lo largo y ancho de Italia; primer premio en uno de los concursos más importantes del mundo; amistades invaluables, y mucho menos imaginé que un día podría estar en el mismo escenario cantando con los Stones, como los llamamos en mi casa.

Era un día de finales de mayo cuando revisando entre los kilos de tonterías que se publican en el muro de facebook encontré un comentario que me pareció chistoso: “Voy a cantar con los Rolling Stones” posteaba un compañero del coro. Me pareció interesante. Hasta ese momento no estaba ni siquiera enterado que los Stones pasaran por Italia en este tour, así que mi primer pensamiento fue “carajo, me voy a perder el concierto, la boletería ya estará agotada y , de todos modos, no tengo plata!” Estaba seguro que el tipo se refería precisamente a que él asistiría al concierto y estaba chicaneando que ya tenía boleta. Sin embargo, más abajo otro comentario: “el 22 de junio cantaré con los Rolling Stones”; y después otra persona: “muéranse de envidia, voy a cantar con los Rolling Stones”. Fue la clave para entender dos cosas: la boletería no estaba agotada o ... no, no podía ser.

Abrí mi correo electrónico a la velocidad máxima que mi computador me lo permite y encontré un e-mail que me confirmaba lo imposible: el Coro Giovanile Italiano cantaría con los Rolling Stones el 22 de junio en el Circo Massimo de Roma. La reacción a este correo fue primero de incredulidad, pero después, cuando me encontré con la partitura de la canción “you can’t always get what you want” como archivo adjunto, pude aceptar, con rodillas temblorosas, que se trataba de una dulce verdad.


Fueron al rededor de veinte días de espera en los que tuvimos que prepararnos para el concierto, estudiando la partitura, grabando la canción para que el tour manager conociera de primera mano la calidad del coro y después, simplemente esperar la fecha exacta. Para mi estos veinte días en realidad significaban aproximadamente veinte años de espera, una espera compartida por mi hermano mayor, fiel fanático del rock n’ roll que me influyó al punto de hacerme fanático tambien, cuando tenía diez años.



Hace treinta años nací en Pereira, Colombia, en una familia pobre, porque en Colombia como es bien sabido solo existen dos clases sociales. A finales de los 80’s mi hermano seis años mayor me arrullaba con albumes completos de Guns n’ Roses, Kiss, Led Zeppelin, The Beatles, y por suspuesto, tambien The Rolling Stones. Cuando el casette se acababa tocaba girarlo, pero si queríamos repetir la canción tocaba devolver la cinta utilizando un lapicero. De su mano aprendí todas las tecnicas de grabación y reproducción de cintas que con la debida practica quedaban sonando como el disco original. Porque la posibilidad de comprar un disco, ya fuera LP, CD o casette original escapaba de nuestras manos, entonces se compraba el casette “virgen”, se copiaba el disco original que algún amigo de la otra clase social hubiera autorizado copiar y se divulgaba la copia “de culto” entre los demás rockeros pobres. Cuando cierta música todavía era de culto y para escuchar algún disco completo de Pink Floyd tocaba esperar que el casette le diera la vuelta al barrio, porque youtube no existía, gracias a Dios.

En este ambiente crecí, escuchando y devolviendo las cintas, grabando y regrabando en ellas. Pasé del London Calling a Ramones, y de Ramones a los Beatles, y de los Beatles a los Stones y de ahí a todas las demás vertientes. A los dieciseis fundé mi primera banda de punk, y después una de heavy metal y después una de metal sinfónico, para terminar en una de rock progresivo. Cuando ingresé a la universidad había dos albumes que escuchaba y repetía completos todos los días: el Abbey Road y el Let it Bleed, que precisamente termina con la canción “you can’t always get what you want”. Pero fue precisamente en la universidad que la opera lírica ganó la batalla y colgué los guayos de rockero, solo como músico activo, porque como fanático lo seguí siendo. Cuando las grandes bandas comenzaron a tocar en Colombia yo nunca pude ir. Tal vez no ahorré lo suficiente o nunca tuve tiempo, no lo sé. Pero en mi mente quedaba siempre la esperanza que los Stones se presentaran en Bogotá. Cercanos a los 70’s cada vez parece menos posible. Por eso cuando revisé ese e-mail, entendí que los 20 años de una espera sin esperanza habían terminado. No los vería en Bogotá sino en Roma, y no estaría entre el publico sino en el escenario, cantando con ellos.


Las limousines seguían llegando y de las grandes puertas salieron luego Mick, Ron y Charlie. Los perdimos entre los guardias. Uno de tantos productores (detrás del escenario de esta banda se mueven literalmente cientos de personas) nos avisó que el ensayo con la banda sería a las cinco y media.  A esa hora, cuando nos dirigían a una sala de ensayos “rodante” acondicionada para la ocasión, esperábamos encontrar aquello que creíamos sería “la banda”: cinco músicos sustitutos que al compás de un metrónomo nos harían cantar las partes del coro sobre una base armónica, mientras en otra galaxia los Rolling Stones estarían bailando al rededor del reloj mientras daban las nueve de la noche, hora de inicio del concierto. Cual sorpresa fue encontrar a toda la alineación en la sala de ensayos a la espera del coro, recibiéndonos con una sonrisa enorme, palabras amables y una actitud cargada de buena energía para tocar un tema que grabaron en el 68 y que habrán tocado miles de veces durante los cincuenta años de carrera que llevan encima.


 


El coro entonó las primeras frases y una banda de abuelos adolescentes nos escuchaba con los rostros extasiados. Momentos de gran belleza cuando los backing vocals de la banda unieron su voz a la nuestra y nos grababan y hacían fotos con sus celulares. Cuando Mick Jagger, con su sombrero y su guitarra acústica se paró a un metro de nosotros a escucharnos cantar mientras mis piernas temblaban como nunca. Examiné cada parte de su rostro buscando una señal que me confirmara que no era él, que era un surrogate, un suplente, uno igualito! Pero era él y eran ellos. Y era Charlie Watts en la batería, siempre sonriente, siempre cargado! La canción se terminó, pero a continuación una espontanea improvisación dio paso a una fiesta, a un baile en el que nos confundimos coristas, dinosaurios, groupies prehistóricas y yo, en medio, el colombiano colado, el sabor, el alma de la fiesta, flotando en mi sonrisa de felicidad, un rock n’ roll improvisado y eterno que duró menos de cinco minutos. Al final un abrazo, un estrechón de manos, un “rock n’ roll man”, un chistecito de Ron Wood que no alcancé a entender pero del cual me reí de todos modos. Regreso al camerino y la vida era solo felicidad. Después de eso, el concierto.




Más de dos horas de música a cargo de un grupo de músicos increíbles que mantienen las mismas ganas de los inicios y ahora me consta, lo viví desde la primera fila. Cuando la setlist del concierto terminó se apagaron las luces, la gente gritaba, lloraba, quería más! Tras unos segundos que habrán parecido eternos, una tenue luz iluminó un coro dividido a ambos lados del escenario. Un canto casi angelical: “I saw her today at the reception...” y ochenta mil personas que se unían a nuestro canto,  con una ovación que será difícil volver a vivir en condiciones similares. Durante la interpretación de la canción, mientras cantaba, pensaba en la vieja cinta del Let it bleed que escuchaba en mi casa y que terminaba justamente con este tema, uno de mis favoritos en esa época y mi favorito desde ahora hasta el final. Pensaba en mi hermano mayor, enseñándome a pegar las cintas y a enrollarlas con el lapicero. Pensaba a mis amigos del barrio y de mi primera banda, Juan y Edwin, escuchando música en la terraza, con un vino barato, con una vida por delante llena de sueños, de ganas de vivir algo como esto. No era una sensación realista estar sobre ese escenario: Ochenta mil sonrisas gigantescas nos miraban desde las sombras, nos coreaban y nos escuchaban, nos hacían fotos, nos admiraban. La canción rodaba; flotaba, y nosotros con ella.



 Al terminar, un aplauso estruendoso de parte del público italiano y unas palabras de agradecimiento de Mick Jagger que dieron pié a risas y equívocos entre el público: “I’d like to thank the choir, thank you to the ‘Coro giovanAle italiano, thank you ladies, thank you gentlemen”. Una palabra que en italiano entra en contextos sexuales, pero que más da, también de sexo debe estar lleno el rock n’ roll. Rompimos filas y a los camerinos. El concierto terminó en llamaradas y fuegos artificiales que desde atrás del escenario no vimos. Nosotros solo vimos el humo y el polvo levantado por las limousines al salir del lugar, y a través de ese humo y a través de ese polvo, logramos entrever nuestras amplias sonrisas, incontenibles de felicidad.







Camino a casa, mientras atravesábamos a pie las calles de Roma aledañas al sitio del concierto, en un ataque de melancolía y gracia comenzamos a cantar de nuevo nuestra pequeña intervención de gloria. Fue allí cuando cientos de personas, aún incandescentes por el fuego del concierto, se unieron a nosotros en un solo canto, en una sola lágrima, en fotos y vídeos y abrazos y felicitaciones. No lo podíamos creer - ninguno de nosotros – lo que había pasado esa noche. Ni quién estuvo entre el público, ni quién fue parte del show como nosotros. Ni mucho menos yo, único invitado extranjero en un coro de italianos; con mis crespos y mi piel bronceada entrando en la historia del rock (al menos para mi familia y amigos!). Un fanático más... un fanático con mucha suerte. 


Trento, Italia. 4 de julio de 2014






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